He de reconocer que
estos dos últimos meses han supuesto un tiempo de sensaciones encontradas para
la Hermandad de la Defensión a la que me honro en presidir. De un lado, de
profunda tristeza y pesar por la unificación del convento capuchino de Jerez
con el de Sanlúcar de Barrameda, con la consiguiente marcha de los dos
sacerdotes de la comunidad, Fr. Alfonso de Antequera y Fr. Ricardo de Córdoba.
Y por otro lado, la gran alegría de saber al fin, que el convento no se cierra
y que la Orden Capuchina seguirá presente en la ciudad de Jerez para mayor
Gloria de Dios nuestro Señor.
La Hermandad de la Defensión es franciscana desde su
nacimiento, allá por 1957. Fue en el año 1987 cuando el por entonces Ministro
General de la Orden Capuchina, Fr. Flavio Roberto Carraro, concede a la
corporación mediante credencial el título de “Hermandad Franciscana” con todos
los derechos y deberes espirituales que ello conlleva. Por nacimiento y por
convencimiento verdadero, la Hermandad de la Defensión se siente tremendamente
orgullosa de tener y vivir el carisma de nuestro seráfico Padre San Francisco
de Asís. De ahí la terrible incertidumbre con la que hemos tenido que lidiar en
estos dos últimos meses y que finalmente se ha disipado con la seguridad de que
la Orden Capuchina seguirá estando en Jerez.
Como decía anteriormente, los dos sacerdotes que componían
la comunidad de Jerez partirán hacia distintos puntos de la geografía andaluza.
Fr. Alfonso ha sido destinado a la parroquia de la Divina Pastora de Sevilla y
Fr. Ricardo de Córdoba irá nuevamente hacia su ciudad natal. Quisiera
aprovechar estas líneas para agradecerles a ambos los innumerables detalles que
han tenido hacia la Hermandad de la Defensión. Han sido muchos años de
dedicación no solo a la Hermandad sino también al pueblo de Jerez. Forman parte
ya de la historia con mayúsculas de esta ciudad.
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